Blogia

Domustempli

3. Los hechos ¿probados?

1. Sobre Hugues de Payns. La hipótesis de un fundador franco de la Caballería del Templo

Se ha repetido de manera continuada (el Dr. Martínez Díaz, insigne historiador de la Orden del Templo en los reinos hispánicos, puede ser una buena referencia)[1] que Hugues de Payns tomó como apellido su lugar de procedencia: un pueblecito de la Champaña, a unos catorce kilómetros de Troyes, en la ribera izquierda del Sena, aguas abajo de esa ciudad.

El origen de la hipótesis de este Hugo de Payns champanés vendría sustentada y arrancaría de la crónica del obispo Guillermo de Tiro, sobre la cual hablaremos más adelante, quien se refiere al fundador de la Caballería del Templo como “Hues de Paiens delez Troies”. Pero una vez más hay que decir que escribe casi medio siglo después de la muerte del fundador y sus fuentes no son directas, sino de segunda mano y recogiendo lo que le han contado que, bien pudiera ser una versión “interesada” –léase manipulada- por algún motivo que nos sería desconocido.

También se ha afirmado que Hugues de Payns era señor de Montigny-Lagesse y que tenía no escasas posesiones territoriales en la comarca de Tonnerre, a unos cincuenta kilómetros al sur de Troyes. Lo que para un caballero de la nobleza media quizás las sitúa, contra lo más habitual, algo alejadas de su entorno inmediato. Asimismo se ha afirmado que uno de los hijos de su matrimonio, Theobaldo, fue abad del monasterio de Sainte Colombe de Troyes, aunque otras fuentes le convierten en sobrino de Hugo.

En apoyo de este personaje se cita que en torno al año 1100, suscribe un diploma un tal Hugo de Paeniciis, en el séquito del conde Hugo de Champaña y el 21 de octubre de 1100, en otro diploma, uno de los testigos es Hugo de Peanz. En ambos casos hay divergencia en el gentilicio, en un caso Paeniciis y en el otro Peanz. Y para rematar, hay un manuscrito datado el 3 de mayo de 1093, relativo a una donación efectuada por un tal Pagani a la abadía benedictina de San Pedro de Bagarris[2] cuya signatura se incluye al final del documento y que reproducimos aquí debajo:

 

20080627082524-01-firma-pagani.jpg

Signum de “pagani”

Esta “firma” se ha atribuido a Hugo Paganis, pero en modo alguno está claro que dicha signatura corresponda al futuro Magíster Templi. Leemos en primer lugar la sílaba “her” , que puede a su vez ser composición de h + er, y a continuación creemos leer ba con la b atravesada por un signo de abreviatura que le puede conferir diversos significados en función del contexto documental, que aquí no podemos discernir con claridad; habitualmente esta abreviatura por sí sola puede corresponder a Bernhardus en la paleografía eclesiástica, aunque con la adición de una “a” suele significar “beatus” o “beata”. Pero lo que si es evidente en cualquier caso es que no aparece el nombre Hugues por ningún lado. Por otro parte el documento procede de una abadía cisterciense, la de Thoronet, en la Provenza, a medio camino entre Draguignan y Brignoles, al noroeste de la actual Saint Tropez, que fue edificada alrededor de 1140, cuando hacía ya cerca de una década que Hugo Paganís podía haber fallecido, cuestión esta que analizaremos en detalle algo más adelante.

Hay muchas otras discrepancias con respecto a casi todo. L. Esquieu escribió, por ejemplo, que Hugues de Payen no nació en la Champaña, sino en Ardèche, esto es, en el valle bajo del Ródano, más concretamente en el castillo de Mahun, en Saint Synphorien de Mahun, cerca de Annonay. Según afirma, el testimonio de su nacimiento fue encontrado en 1897 y lo sitúa en fecha 9 de febrero de 1070,[3] habiéndose trasladado posteriormente a la Champaña con toda seguridad. Este testimonio es bastante dudoso y puede tratarse de homónimos, como apunta Lamy (op. cit.)

Entre las muchas y variadas hipótesis que se han barajado a lo largo de estos siglos también se ha manejado, aunque con escasa consistencia, la hipótesis de un Hugo de Pagán, descendiente de la nobleza napolitana. Según Pierre Dupuy[4], en su “Historia de la Orden Militar de los templarios”, escrita en 1751:

Hugue de Paganis, fundador de la Orden de los templarios era descendiente del Reino de Nápoles. Uno de sus descendientes, Blaise François, conde de Pagán, establecido en Francia, ha escrito su historia, la cual se encuentra impresa entre sus obras, en París el año 1669.

Sin embargo no tenemos constancia de que esos documentos a los que alude Du Puy, de cuya existencia no dudamos, hayan sido investigados ni sacados a la luz. Es posible incluso que hayan sido destruidos en alguno de los innumerables y tan destructivos acontecimientos históricos revolucionarios de finales del siglo XVIII y del XIX.

Otros, como Laurent Dailliez, afirman y sostienen otro orígen, también provenzal, basándose en un manuscrito conservado en la Biblioteca Municipal de Carpentras referido a una donación hecha el 20 de enero de 1130 por Laugier, obispo de Aviñón. Según se afirma en esta ocasión, aunque no tenemos más referencias, puesto que no se mencionan detalladamente la signatura, localización y transcripción de dicho manuscrito, Hugues de Payns es mencionado como natural de Viviers, en Ardéche. Su padre, originario de Langogne, en Lozère, tendría por sobrenombre “el Moro de la Gardille”. Como veremos más adelante puede resultar dudoso –aunque no imposible- que en una donación de enero de 1130 se mencione a Hugues de Payns, pues por esas fechas ya había sido designado otro Hugo –Rigaud-, para administrar las casas y donaciones de Languedoc, Provenza y reinos hispánicos, embarcándose el Maestre en febrero de ese mismo año de regreso a Tierra Santa.

Por otro lado, a veces es mencionado un Obituario de la Encomienda de Reims, documento del siglo XIII, donde se dice figura un Hugo de Paynes, Maestre del Temple, fallecido el 24 de mayo de 1136. Siguen siendo conjeturas. Habría que ver si existe alguna reproducción epigráfica o documental de este documento que muchos citan, pero que no hemos visto nunca reproducido en la extensa bibliografía existente sobre la orden del Temple... Sería importante ver en qué forma aparece escrito allí literalmente el nombre, si es que aparece o si es que existe ese obituario o dónde está reproducido, porque lo que es cierto es que hay divergencia de fechas.

Según H. Lobineau[5], Hugo de Payen fue Magíster Militum Templi desde 1118 hasta 1131. Seinard, por el contrario[6], le hace Gran Maestre cinco años más, desde 1118 hasta 1136. Esta segunda fecha no puede ser probada en modo alguno. Es más, a todas luces parece equivocada. El año 1136 aparece de forma graciosa en una obra publicada en París en 1818: L’art de vérifier les dates, volumen 5, página 338; mientras que el día 24 de mayo que se ha mencionado como fecha del óbito de Hugo de Payen sería el que supuestamente aparece en el ya citado Obituario de la encomienda de Reims, donde según otras fuentes consultadas no se indica el año de la muerte. Por lo tanto tenemos que depender de los documentos que se conservan que aparecen firmados por un Hugo de Payen, si es que este Hugo es el personaje que realmente creemos que es, en cuyo caso tendríamos que situar el año de su muerte en 1131 o muy poco después.

El Marqués de Albón, en el cartulario templario que publicara en 1913[7] da a conocer varios documentos “firmados” por Hugo, utilizando su nombre completo que, generalmente, aparece de manera literal como Hugo de Pagano. El último de los documentos de la serie así firmado es del año 1130, de modo y manera que este Hugo debió fallecer en algún momento entre esa fecha y siempre antes del año 1133, pues de este mismo año data otro documento también aportado por Albón (página 42) que menciona a “Hugoni, Magistro Militum... Templi”, pero no está firmado por él y casi con toda certeza se refiere a Hugues Rigaud o Ricard (como es habitual no hay unanimidad en la onomástica), un templario originario del Delfinado, que habia sido designado por Hugo Paganís en febrero de 1130 para administrar las casas templarias de Languedoc, Provenza y de los reinos hispánicos. Este Hugo Rigaud, sobradamente documentado, fue quien recibió al conde de Barcelona Ramón Berenguer III cuando profesó como templario poco antes de fallecer. Lafuente[8] nos dice a este respecto:

Para prepararse a morir había tomado el buen conde el hábito de los templarios, profesando en manos de su jefe Hugo Rigaldi y muriendo en su mismo hospital, a donde se hizo llevar. Los templarios habían sido admitidos poco antes en Cataluña y no fue San Olaguer quien tuvo menos parte en la admisión de esa valerosa milicia.

El Padre Flórez en su “España Sagrada” tambien le cita en el acta de concordia entre Ramón Berenguer III y la Orden, relativa a los castillos de Borja, Ambel, Magallón, Alberith y Cabannas:

Son confirmantes del acta: Rigaldo, maestre de Provenza y Pedro Castiliano, maestre de Barcelona.”



[1] Gonzalo Martínez Díaz, “Los Templarios en los reinos de España”. Editorial Planeta. Barcelona 2001. Páginas 31 y 32

[2] Documento procedente de los archivos de la abadía de Thoronet y después conservado por los Hospitalarios de San Juan en Comps-sur-Artuby.

[3] En “Los templarios de Cahors”, número 1, página 147. “Boletín de la sociedad de estudios literarios, científicos y artísticos de Lot, volumen 22. Cahors 1898

[4] Pierre Du Puy. Historia de la Orden Militar de los templarios”, escrita en 1751. Biblioteca Nacional de Madrid, manuscrito ms-2-62982, página 2, nota 1.

[5] En “Dossier Secrets”

[6] Monks of war, página 306

[7] M. De Albón. “Cartulario general de la Orden del Temple”, páginas 23 y siguientes. París, 1913

[8] Vicente Lafuente. Historia eclesiástica de España. Tomo IV (Siglos XI al XV). Madrid 1873. Pág. 96

2. Hugo Paganís

¿Quién fue el Hugo Paganís fundador de la Caballería del Templo?

H

asta la fecha se ha venido teniendo como promotor, creador, impulsor y primer Maestre de la Orden del Temple a un caballero supuestamente vasallo del Conde de Champaña, llamado Hugues de Payns (o Paynes o Payens), al que la mayoría de los historiadores del Temple tenidos por clásicos llama Hugo Paganís, quien, junto a otros ocho caballeros, de los que poco o nada se sabe, decidió poner en marcha el proyecto fundacional de la Milicia del Temple, en fecha también incierta.

Se han sugerido “evidencias” en apoyo de la idea de que Hugo de Payens habría llegado a Palestina durante la primera Cruzada (1095-1099), como combatiente en el ejército del flamenco Godofredo de Bouillón. Por su parte, John J. Robinson, en su libro "Dungeon Fire and Sword," ha afirmado que Hugo De Payens tenía 48 años de edad cuando accedió a la dignidad de Maestre de la Orden, habiendo servido previamente en Ultramar durante 22 años. En cierto cronicón de la Biblioteca Nacional de Madrid podemos leer que:

Don Galduin, hijo de Pedro Ramírez, de la ciudad de Braga, marchó a Palestina, donde conoció a Hugo Baganís en la toma de Ascalón, participando juntos en otras acciones militares y hechos de armas durante cinco años. Hacia 1126 fundó los castillos de Thomar, Pombal, Ceres, Idatia, Monsanto y Almourol.

Pero estas afirmaciones, por el momento y a falta de mejores pruebas son inconsistentes, ya que se carece de documentación al respecto y se basan en meras conjeturas.

El periodista Xavier Musquera, en una revista de divulgación de amplia difusión[1], atribuyó al historiador y escritor Rafael Alarcón Herrera, erróneamente y sin ningún fundamento, el descubrimiento de un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid que rebate esas hipótesis. Pero lo cierto es que ya con anterioridad el investigador y escritor español Juan García Atienza[2] en una obra suya precedente había recogido y citado en nota a pie de página, la existencia de un libro hoy difícil de encontrar, editado en Burgos en 1957 por Ediciones Aldecoa, titulado “La Orden de los templarios”, cuyo autor, José María Bererciatua-Olarra, según García Atienza, nos ponía en conocimiento de la existencia de un manuscrito anónimo del siglo XVIII que lleva por título “Relación Histórica de los Condes de Ribagorza”, perteneciente a los fondos de la Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 7377, cuyo contenido echa por tierra el “dogma” de la fundación de la Orden por aquél Hugues de Payns y lo transfiere a un caballero catalán del nobilísimo linaje de los Pinós, natural de la Villa de Bagá, que tuvo por nombre Hugo de Pinós o Hugo de Bagá...

En realidad Rafael Alarcón, en su obra se limitaba a repetir, casi al tenor de la letra, mencionando su procedencia, la cita de García Atienza, en un capítulo donde especulaba sobre las “Vera Cruz” conocidas que se han relacionado con la Orden del Temple[3], pero sin que allí profundizara ni se extendiera en el asunto de Hugo de Bagá, ni lo haya hecho en posteriores trabajos, asunto que presumiblemente ninguno de estos autores ha investigado accediendo directamente a las fuentes documentales de primera mano, sino a las indirectas.

Más recientemente Michel Lamy[4], bebiendo presumiblemente en las mismas fuentes anteriores –pues no cita ninguna, pero a nuestro entender es dudoso que tengan otra procedencia-, recoge la información y la transmite en apenas tres líneas de su obra, sin profundizar en ella ni dedicarle mayor atención. Lamy insiste en repetir lo mismo que afirmaran, erróneamente como veremos, los anteriores, ya que tampoco ha accedido a la documentación que menciona y si lo ha hecho no lo manifiesta (el subrayado es nuestro):

“Para algunos su nombre real habría sido Hugo de Pinos y habría que buscar su orígen en España, en Bagá, en la provincia de Barcelona, lo cual estaría documentado por un manuscrito del siglo XVIII conservado en la Biblioteca nacional de Madrid.”

Nosotros mismos, interesados por la información divulgada en su día por García Atienza, pudimos consultar personalmente en la Sección de Investigadores de la Biblioteca Nacional de Madrid, donde se encuentra, y obtener fotocopias para su posterior trascripción y estudio, además del mencionado manuscrito, que no es el único al respecto del tema que nos ocupa, otros varios abundando en la misma línea, procedentes de la casa de los Condes de Guimerá, que nos permiten construir y desarrollar nuevas hipótesis en torno al fundador de la Orden del Templo. En estos documentos, que veremos pormenorizadamente más adelante, hemos basado nuestra investigación, iniciada en el ya lejano año de 1984.

Debido a las dudas que se han venido planteando en torno a la existencia e historicidad de este personaje se trata de una cuestión controvertida sobre la que se pueden formular dos hipótesis. No obstante, antes de comenzar la exposición, debemos deshacer un error histórico que se ha difundido y perpetuado de manera ostensible.

Sea quien fuere Hugues de Payns, se insiste tenazmente sobre su origen champanés, esto es borgoñón, lo que significa que en ningún caso, tanto él como una buena parte de sus compañeros cofundadores de la Militia Christi, jamás, pudo ser un caballero “francés” o de origen francés, como tan alegre y desprejuiciadamente se ha afirmado, ya que una buena parte del Ducado de Borgoña, que abarcaba extensos territorios, incluido el condado de Flandes o el Franco Condado y otros territorios, así como parte de los champañeses, era un “reino” independiente y rival de Francia, si bien a veces bajo relaciones de vasallaje, que no fue definitivamente anexionado a la corona francesa hasta bien entrado el siglo XV.

Veamos ahora cuales son las hipótesis a las que nos referíamos.

1ª Hipótesis:

Hubo dos Hugo distintos. Fueron contemporáneos y ambos estuvieron vinculados al Temple. Si esto es cierto hay que deslindar, redefinir y delimitar para establecer quién es quién y qué papel jugó cada uno de ellos. En el estado actual de nuestros conocimientos y con las fuentes documentales de que disponemos esta es una tarea ardua, pues ambos parecen estar fusionados en una misma y única identidad; pero como veremos no es una hipótesis a descartar, puesto que existen indicios presumibles de racionalidad que nos llevarían a sostenerla.

Uno es un Hugues de Payns, caballero borgoñón, vasallo del Conde de Champaña que es tenido habitualmente por el fundador de la Orden del Temple. El otro es el caballero catalán Hugo de Bagá, de la Casa y Baronía de Pinós, de cuya existencia e historicidad no cabe dudar por estar también documentado, como se verá más adelante.

2ª Hipótesis:

Hay un solo Hugo, cuya personalidad ha sido confundida y manipulada por diversos avatares históricos y documentales, a veces espúreos e interesados. De esta confusión ha salido la figura del Hugo de Payns “aceptado” por la historiografía.



[1] Revista “Más Allá”, número 145, marzo de 2001, páginas 80 a 83.

[2] En la página 240 de su excelente y bien documentada obra “La mística solar de los Templarios” (Ediciones Martínez Roca, Madrid 1983),

[3] Rafael Alarcón Herrera: “A la sombra de los templarios”. Ediciones Martínez Roca; Madrid 1986, páginas 275 a 279. Una obra interesante y bien ilustrada, pero altamente especulativa y falta en general de rigor histórico.

[4] Michel Lamy, “La otra historia de los templarios”. Páginas 28 y 29. La primera edición francesa es de 1994 (Editions Aubéron). La primera edición española (Martínez Roca) es de septiembre de 1999.

1. El marco fundacional de la Militia Christi

L

a aparición de la Orden de la Caballería del Templo, vulgarmente llamada y conocida como Orden del Temple, debe enmarcarse en el contexto de la Primera Cruzada, predicada por el papa Urbano II el 27 de noviembre de 1095 en el Concilio de Clermont al objeto de mover a los príncipes cristianos a la recuperación de Tierra Santa y restablecer el a menudo beneficioso flujo de peregrinos, interrumpido, tras un largo periodo de libre acceso, por la llegada y asentamiento en la región durante el último tercio del siglo XI de los turcos seldyukíes, más intolerantes que sus predecesores.

Tras ser construida en Jerusalén la basílica del Santo Sepulcro, en el año 335, se había iniciado hacia Tierra Santa un flujo de peregrinos occidentales tan grande que se hizo necesario instalar posadas y hospitales para acogerlos. Esta situación continuó en aumento durante todo el periodo bizantino. Los musulmanes, dueños de Siria-Palestina desde finales del siglo VII, fueron tolerantes por regla general con los peregrinos, aunque cobraban una especie de impuesto. Pero en 1077, con la irrupción de los turcos seldyukíes se inició un periodo de grave opresión que llevó a la cristiandad occidental al planteamiento de las cruzadas.

Las operaciones militares, iniciadas con la partida del contigente militar de los cruzados hacia oriente el 15 de Agosto de 1096, culminaron el 15 de julio de 1099 con la toma de Jerusalén al asalto y unos días después (22 de julio) con la creación del Reino Latino de Jerusalén, cuya corona ofrecieron los nobles a Godofredo de Bouillon, Duque de la Baja Lorena, quien, rechazando el título de rey, la aceptó como “Advocatus Sancti Sepulchri” (Defensor del Santo Sepulcro).

Conseguido el objetivo inicial de la Cruzada -la recuperación de los Santos Lugares- y restablecido el acceso de los peregrinos a Tierra Santa, no habían terminado las dificultades logísticas, pues habiendo regresado a sus lugares de origen una buena parte de aquél contingente militar cruzado, había que mantener la ocupación militar en un amplio territorio generalmente hostil, además de tener que organizar la administración del Reino, estructurado políticamente en una serie de dominios territoriales de carácter feudal regidos por príncipes cristianos europeos que durarían hasta 1187. A pesar de abrirse un periodo de acceso sin restricciones a Tierra Santa, sólo nominalmente libre de la amenaza turca, los peregrinos, aún yendo en grupos numerosos, se veían asaltados por “guerrilleros” –las fuentes simpre los han denominado latrones, pero no ha de entenerse en el sentido de ladrones- y salteadores de caminos en su ruta de Jaffa a Jerusalén, lo que constituía un motivo de preocupación para los nuevos gobernantes. Esta va a ser la etapa de formación de las grandes órdenes militares de la cristiandad occidental, como el Hospital de San Juan de Jerusalén o la Caballería del Templo, nacidas para albergar los primeros y proteger los segundos a los peregrinos que llegaban a Tierra Santa, puesto que seguían expuestos a asaltos y violencias en los caminos por parte de los musulmanes.

En este período histórico se inicia también un gigantesco tráfico de reliquias o supuestas reliquias procedentes de medio oriente que a veces llega a hacer intervenir a los Papas para limitar lo que se llega a convertir en algún momento en situaciones propias de la picaresca y del timo más burdo. En este ambiente y para proteger a los peregrinos en su tránsito por dichas rutas es para lo que se fundó, si hemos de creer a las fuentes contemporáneas, la Caballería del Templo.